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LA BAJA VISION, UNA ESPECIALIDAD OPTOMETRICA QUE MIRA AL FUTURO:

El envejecimiento de la población y la comorbilidad de las enfermedades sistémicas y oculares hace que el siglo XXI comience con este importante problema socio sanitario que se irá agravando en las próximas décadas.

 

¿Qué se entiende por baja visión? Es la discapacidad visual en la que el paciente presenta una agudeza visual por debajo del 30%, un campo de visión igual o menor a 20º y un resto visual útil. Esto lo diferencia de la ceguera legal en la que los valores son aún inferiores y en la que no hay resto visual. La alteración en la visión puede ser central, como en la DMAE, o periférica, como ocurre en el glaucoma o en la retinosis pigmentaria.

 

En Europa son las patologías de la retina la principal causa de baja visión. En cambio en los países en vías de desarrollo la condición más frecuente es la opacidad en los medios, como las cataratas. En nuestro país el perfil de afectados son personas de más de 55años, de ambos sexos aunque con prevalencia de las mujeres, y padecen fundamentalmente DMAE, glaucoma y retinopatía diabética. El aumento de los casos de miopía incrementará la incidencia de miopías magnas o patológicas lo que produce discapacidad visual en individuos más jóvenes y laboralmente activos.

 

Los síntomas más frecuentes que podemos encontrarnos serían pérdida de visión central, pérdida de visión periférica, alteración de la orientación, de la movilidad y en el cálculo de las distancias, visión distorsionada y ceguera nocturna.

 

Además aparecen deslumbramiento, fotofobia patológica (intolerancia anormal a la luz), falta de adaptación a los cambios de luminosidad, mala estereopsis (capacidad visual que nos permite ver en tres dimensiones) y diplopía (visión doble).

 

Las consecuencias son una disminución del rendimiento visual, una pérdida de autonomía personal y la afectación en actividades de la vida diaria.

 

En cuanto al tratamiento, una vez evaluado el problema de baja visión se prescribirán las ayudas más adecuadas que deberán ir acompañadas de rehabilitación y aprendizaje del manejo de las mismas. Como la baja visión no se puede corregir con lentes oftálmicas o lentes de contacto convencionales, usaremos sistemas especiales ópticos, no ópticos y electrónicos, además de suplementar la iluminación o de prescribir unos filtros indicados para ello. La finalidad es producir un aumento del tamaño y una mejora de la calidad de la imagen. Existen ayudas muy sofisticadas que leen carteles incluso textos escritos de periódicos, libros o teléfonos móviles, y  que reconocen caras y billetes de euro.

 

En el tratamiento es importante que el paciente se implique y trabaje en base a sus objetivos y al plan de rehabilitación propuesto por el profesional, comprendiendo que no verá como antes pero que sí es posible un uso de su resto visual de una forma más eficaz. Tras un entrenamiento adecuado, esto le permitirá recobrar independencia y calidad de vida.

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