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DMAE: PRINCIPAL CAUSA DE CEGUERA EN LOS PAÍSES DESARROLLADOS.

La detección precoz de la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE), asintomática en las fases iniciales, puede evitar la pérdida de visión posterior.

 

La DMAE es una enfermedad degenerativa que afecta a la mácula, la zona de la retina con la que vemos los pequeños detalles. La frecuencia es de un 13% en personas mayores de 65 años, proporción que aumenta hasta el 30% en personas mayores de 75 años. La herencia genética juega un importante papel en la aparición del proceso, además de otros factores ambientales como ser fumador. Es más frecuente en mujeres, en la raza caucásica y, por supuesto, en edades avanzadas.

 

Existen dos tipos de DMAE: seca o atrófica, y húmeda o exudativa. En ambos casos la sintomatología cursa con disminución de la agudeza visual, siendo en algunos casos muy drástica (forma húmeda): ven una zona central oscura, y la zona de alrededor con más nitidez. Esto es porque la enfermedad afecta a la zona central de la retina, a la zona de máxima visión, mientras que preserva la retina periférica. En fases iniciales puede haber alteración en la forma de las imágenes y en el tamaño. Es la rejilla de Amsler, cuadrícula formada por líneas verticales y horizontales con un punto de fijación central, la que puede detectar esta metamorfopsia.

 

El método diagnóstico por excelencia es el OCT, aunque las retinografías previas nos pueden poner en antecedentes. Los primeros signos son unas lesiones redondeadas, amarillentas, a veces de muy pequeño tamaño, que no son más que sustancias de deshecho que no pueden ser eliminadas y se acumulan en el epitelio pigmentario de la retina (EPR). A medida que avanza el proceso, las drusas (que así se llaman) van aumentando de tamaño y confluyendo. Se trata de una DMAE seca. El tejido se va atrofiando, esto es, hay una pérdida progresiva de células nerviosas en la mácula, con la consiguiente disfunción visual. Es la forma más frecuente, ocurre en un 90% de los casos, y la evolución es lenta.

 

Si se generan neovasos en la coroides, al ser vasos frágiles se rompen con facilidad produciendo hemorragias y generando un tejido cicatricial que daña tremendamente la visión. Estamos ya ante una DMAE húmeda de peor pronóstico que la seca, menos frecuente, un 10% de los casos, pero mucho más agresiva y rápida pues puede provocar la pérdida de visión central en menos de un año.

 

En cuanto al tratamiento, las nuevas inyecciones intraoculares pueden frenar el curso de la enfermedad siempre que se trate de una DMAE húmeda. En el caso de la DMAE seca sólo podemos recomendar vitaminas con minerales antioxidantes y pigmentos como la luteína y la zeaxantina, que intervienen en el proceso fisiológico de la visión.

 

El principal objetivo es la detección precoz, es la prioridad en el manejo de la DMAE. Es una enfermedad que cursa en fases sucesivas  y cuya pérdida visual severa se produce casi exclusivamente en las fases avanzadas. Por tanto se puede prevenir o retrasar en un 25% de los casos.

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